NO POR IR RÁPIDO SE LLEGA LEJOS

Circuito económico del orden

En una compañía con nombre de palabra que nunca pronunció,
produce mil por mes pero cobra por cien.
De los novecientos, doscientos van a impuestos.

Con esos impuestos, la colonia mercantil destina parte a la compra de mercancías que en su lugar no puede producir.
(Poco) casualmente la compra es al imperio económico del cual la compañía es originaria.
Lo que se compra son algunas balas de goma y camiones hidrantes.
No sea cosa que a aquel señor se le ocurra reclamar sus novecientos
y entonces ya no haya fondos para comprar las balas de goma y camiones hidrantes que mantienen el orden.


Refutes

No vamos a preferir.
Vamos a no dejarnos opción.
 
No pienso pedirte.
Pienso que te ganen las ganas.

No querés solicitudes.
Querés entregas.

No sea buscar algo.
Sea ir a todo.

No habrá donaciones.
Habrá irresistibles.

No me hacés dudar.
Me hacés que no pueda contener.

No vamos a tirar la moneda.
Vamos a no sentir alternativa.

No estaremos huyendo.
Estaremos jugando una carrera al árbol de más allá.

Crecer para atrás

No se puede seguir diciendo “yo no quiero crecer, no yo, ñaña ñaña”, pataleando con pucheros.
Es hora de aceptar que ya estamos lo bastante grandecitos como para -en vez de eso- decidir soltarnos y comportarnos como dos perfectos niños:
morisquetas
saltos desde árboles
rodar por los médanos
enterrarse en el barro
rebotar en la cama de los padres
quedarse en la pileta aunque caiga la noche en el recreo burgués
o jugando a la pelota en la arena si bien se larga la tormenta en la playa al atardecer
si en realidad, al anochecer el mar es más rico en la mezcla de arena que se pega por la transpiración y se despega por la lluvia

No preocuparse por combinar las medias con la bombacha
si en definitiva lo que se quiere es sacarse lo que contiene
rasparse las rodillas como si nada
andar con pitucones (y no porque estén de moda)
querer tirar piedras a ventanas abandonadas y sentir la lucha interna hasta salir corriendo a carcajadas
querer perfeccionar el escupitajo y la decisión de su distancia
querer no querer hacer lo que no se quiere
querer a esa vecinita del otro grupo del barrio y ponerse tonto cuando tu mamá y la mamá de ella se ponen a hablar como mediadores de los dos en la almacén
o peor: ¡sobre los dos! y tu mamá festejarte que hace unos meses ya no te hacés pis de noche
pero así y todo aparentar ser grande cuando pasa junto a las amigas en su bici con rueditas
imaginar que ya son adultos y tienen hijos y fumás una pipa con un sombrero

Estás grande
pero igual a veces cuesta apagar el velador si viste una de terror
mirás para atrás cuando caminás por la casa oscura
sentís que te aprietan las medias y la bombacha
te parás en el quiosco para preguntar si todavía existe el chupetín Topolín
puteás al tener que salir de la cama
te dan ganas de llorar sin motivo
preguntás, un tanto ingenuamente: ¿por qué hay gente que vive en la calle?

La almohada de sus piernas

Me recuesto en sus piernas y le pido que me lea lo que acaba de escribir.
La poesía es un mush-up de sentimientos bien manifiestos. Empieza diciendo "cuando me pierdo con vos, me encuentro...", y desde ahí mi mente no puede retener más, se pierde al encuentro con su voz.
Su tono es suave, la rítmica un canto, los énfasis bien puestos.
Termina de leerla y me mira a los ojos esperando una respuesta. Le sonrío. Seguramente mis pupilas estén brillando. Doy cuenta de que quiere introducirse en mí para conocer mejor mi opinión. No le digo que es perfecta -un poco de misterio está bien, ya se lo haré saber menos expreso y más merecido.
-Ahora escribamos una poesía los dos- propongo con esa cosa tan esnob que me caracteriza.
Se ríe y me dice que tiene que terminar de escribir eso... yo creía que estaba terminado.
Logro acordar que entonces me acaricie el pelo unos cinco minutos. A su encuentro, mi mente se pierde otro vez.


Olvido en las rocas

Es más fácil odiar que aprender a dejar de amar.
Me pregunto si no debiera inducir un fusilamiento hacia mí.
Abrir la celda de los sentimientos fantasmas...
¡Y que escapen! Y corramos lejos en dirección opuesta y en zigzag.
Pero no, sin querer nos empecinamos en adiestrarlos como a las palomas.
Y vuelven, pues aún hay alimento que los nutre en la jaula.
Entonces advierto que sin notarlo, hemos dejado rastros en nuestra huida.

¿Empuñarías el fusil?
Tanto detesto al odio que no puedo ocasionártelo adrede.
(Pensar que otrora bastante odio generé también con mis líneas poco rectas.)
Sinuoso camino. Del principio no se proyecta el fin como flecha.
Con los disparos de Cupido no nos ha ido bien.
No le echo la culpa, su puntería fue inmejorable.
Con todo, mejor partir esas flechas.
Pues en realidad las disparamos nosotros.
Somos responsables, y tal vez, en este momento, eso sea un problema.